Historias de nuestras mujeres

8 de marzo: Día Internacional de la Mujer

Día Internacional de la mujer

«Con corazón de Guayafanta»

Prólogo

Cuenta la historia que las mujeres de La Palma eran tan guerreras y valientes como los hombres. Cuentan que el nombre de una de las más aguerridas, Guayafanta, tenía el significado de «la que es alta» y que su fortaleza era descomunal. «Cuenta» la RAE que sexo débil es el «conjunto de las mujeres», atribuyendo al «conjunto de los hombres» el significado de sexo fuerte. Cuento yo que, no saben los muy Ilustres Académicos componentes de esta Institución (que desde 1713 vela por la conservación y la adecuación temporal de nuestra marca más Universal: el Español), las cosas que he visto hacer a muchas mujeres frente a las que he visto no ser capaces de hacer a muchos hombres y, por ende, lo equivocados que están.

Por suerte, aunque la Lengua muchas veces tarde en adaptarse o corregirse, el Lenguaje no es atemporal y «sabe poner muchas cosas en su sitio». Incluso, mucho antes de que el propio sitio le haya sido hecho a esas cosas.

Hoy 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Fue un 8 de marzo de 1857 cuando, cansadas de una situación insostenible, un grupo de obreras textiles tomó la decisión de salir a las calles de Nueva York para protestar por las míseras condiciones en las que trabajaban. Ellas marcaron el camino y es responsabilidad de todos continuarlo en pro de una igualdad real y total.

Desde nuestro CEPA, hoy queremos compartir la historia de algunas de nuestras mujeres. Ellas, con el coraje de una auténtica Guayafanta, han sabido salir adelante de pruebas ciertamente duras que les ha puesto la vida. Pero el tiempo les ha acabado dando lo que ésta, en algún momento, se empeñó en quererles arrebatar: una hermosa y sincera sonrisa de orgullo por saberse fuertes para seguir luchando.

Marcos Lorenzo

¡YO!

Yo soy Mª del Rocío Cabrera González. Nací el 21 de septiembre de 1978 en Santa Cruz de La Palma coincidiendo con la fecha de nacimiento de mi padre. El hogar familiar siempre ha estado en Puntallana donde me esperaba mi única hermana, Ana, cinco años mayor que yo.

Mi infancia, a pesar de disfrutar poco de mis padres (Javier e Isabel), fue feliz. Mi madre se dedicaba a limpiar casas y nos dejaba en el colegio de las Dominicas a las siete y media de la mañana y salíamos a las seis de la tarde. Mi padre era conductor de guaguas, madrugaba mucho y llegaba tarde a casa, pero es un padre excepcional al igual que mi madre. Luchadores incansables por sus dos hijas.

Estuve en este colegio diez años y tengo muy buenos recuerdos. La verdad es que al salir de ahí, los estudios ya no eran lo mío. Hice 1º BUP dos veces, para nada. Dos años también en la escuela de Artes y Oficios mal aprovechados. Dejé los estudios pero hice dos años de carpintería en una escuela taller. Con lo poquito que me pagaban cubría mis gastos del coche y personales y les dí un respiro a mis padres. Después estuve un mes en el SPAR pero no seguí. Con la misma trabajé once meses de chófer de cultura y deportes en el Ayuntamiento de Puntallana. Lo mío eran los niños.

Ya en mayo de 2004 entré a trabajar en mi gran pasión: las guaguas. Llevaba con el padre de mi hijo desde el 2001 y me separé en el 2012. En el 2008 tomamos la decisión de tener un hijo pero teniendo cinco meses de embarazo llegó ese fatídico aborto, uno de los peores días de mi vida. A los tres meses lo intentamos de nuevo y aquella maravillosa prueba de embarazo dio positiva. Se aproximaba un gran cambio en mi vida. Los nueve meses no fueron fáciles, pero nació mi gran tesoro: Aitor. Fue cesárea y a los dos días después de bajar me lo evacuaron para Tenerife y empezaron una serie de cambios en mi vida.

Regresamos a los seis días y empieza la gran tarea de ser madre primeriza, esa madre primeriza que veía que mi hijo lloraba por la noche y dormía todo el día, esa madre que ya con tres o cuatro meses que tenía mi tesoro no fijaba la mirada pero seguía diciendo que eran obsesiones de primeriza.

Mi tesoro en su parque y no jugaba con los demás niños, no fijaba la mirada, lo llamaba y parecía sordo pero me seguían diciendo que estaba obsesionada.

Cuando fui a la revisión del año les conté al pediatra y al enfermero lo que yo veía pero se miraron y se callaron. De los doce a los dieciocho meses vi muchos movimientos repetitivos, siempre el mismo juguete y ya el colmo; aleteaba los brazos, aparte de ser no verbal. En cuanto a no hablar me decían que no me preocupara pero en cuanto a lo demás me dieron una de las peores noticias que podía esperar. Sabía que algo pasaba pero al oír la palabra autismo el mundo se me cayó encima.

Me dijeron de esperar a los dos años para empezar a buscar un diagnóstico, ¡pero no! Busqué información y me fui a Tenerife, a APANATE, para hacer valoración y diagnóstico. Efectivamente, me confirmaron la noticia: Aitor tiene autismo y hay que empezar a trabajar ya.

Salí de allí con un diagnóstico en la mano y un informe muy amplio para trabajar con mi tesoro. Tuve una semana de duelo y asimilación pero reaccioné y empecé a moverme a buscar terapeutas, a trabajar el contacto visual y lograr que emitiera sonidos, letras o palabras.

He de decir que no me considero ni mejor ni peor madre. Al principio llegué a pensar… ¿qué he hecho mal?, ¿por qué no lo he sabido estimular? Cuesta pensar que no es culpa de nadie sino que el destino quiso darme el nombre de mamá guerrera. Empieza una guerra con terapeutas, colegios, mis padres y su padre para que lo aceptaran. Yo sabía que no se podía perder tiempo, un tiempo que es oro.

Una guerra de soltar el pañal, tolerar texturas de alimentos, de ropa…pero llegó a nuestras vidas un ser maravilloso: Pedro Santos, un ángel caído desde el cielo que consiguió que mi tesoro dejara el pañal, trabajara nuevas texturas, pero sobre todo trajo paz y confianza.

En fin, convivir con el autismo es muy difícil y te preguntas muchas veces por qué a mí. Pero ¿saben qué?, no lo cambio por nada. Mis días son de 15 horas de mucho trabajo y sacrificio y a las 8 de la tarde a casa a empezar una rutina hasta conseguir que se duerma. No puedo planear nada de un momento para otro porque son gritos, patadas, golpes… porque no entiende las cosas nuevas, los cambios de rutinas.

Planeo, como mínimo, las cosas con tres o cuatro días de antelación, se lo tengo que planificar todo. Dejo de hacer cosas por él y sobre todo no lo hago sufrir por disfrutar yo.

Nuestra vida es él y gira en torno a él y lo que para otras personas es una bobería para nosotros es un nuevo logro, un motivo de alegría, de celebración y premio.

Los niños con autismo son felices, a su modo, pero inmensamente felices. A veces pienso si cambiaría algo pero lloro, me desahogo, me lavo la cara y sigo luchando.

Pedro Santos y yo somos una familia feliz, que gira en torno a él.

Yo sería feliz, si todas las mamis que reciben la misma noticia que yo, tienen el valor de aceptar la prueba que les pone Dios. Que cuanto antes se acepte, antes empezará el niño o la niña a superarse y sentirá menos frustración.

En fin, esta es mi maravillosa experiencia.

Alumna de GES

DIARIO DE UNA MUJER SENCILLA

Nací en Santa Cruz de La Palma, en una familia muy pobre. Comencé a trabajar con ocho añitos en los veranos cuidando niños, ancianos, limpiando, etc. Algunos veranos me mandaban a trabajar a Las Palmas de Gran Canaria y recuerdo cuánto lloraba porque me encontraba muy sola. La primera vez que fui me mandaron a unos invernaderos de tomates. En la casa que me quedaba me levantaban muy temprano para ir a trabajar y pasé mucha hambre porque apenas me daban de comer. Recuerdo que una vecina me preguntaba si había comido y me daba un vaso de leche. Fue muy duro para mí.

Los siguientes veranos seguí trabajando haciendo limpiezas. Todo lo que ganaba, que no sé lo que sería, se lo quedaban mis padres y nunca me dieron nada. Ellos se encargaban de todo y aún así yo los extrañaba mucho cuando me tocaba ir los veranos fuera y estaba sin ver a mis hermanos.

Según fui creciendo no sé qué hablaron con mis padres que me volvieron a mandar para Las Palmas pero esta vez para quedarme en casa de unas personas de muy buena familia. Mi trabajo consistía en llevar a los niños al colegio, limpiar, recogerlos y cuidar de ellos todo el día. Cuando terminó el verano me preguntaron si me quería quedar con ellos para seguir trabajando y que podría ir a unas clases para adultos por la tarde para sacar los estudios.

Ellos eran muy buenos conmigo pero yo extrañaba mucho a mis hermanos. Todos los día lloraba hasta que el señor me preguntó y le dije que yo me quería ir. Él me dijo que sí, que hablaría con mis padres, y así fue. Cuando volví, seguí con mis trabajos y me apunté a la escuela de adultos pero ni eso pude terminar.

Recuerdo, cuando tenía doce o trece años, subir por el barranco para que no me vieran mis amigos e ir a pedir de comer para mi casa a las hermanitas de la Cruz que están en la Encarnación. Además, cuando llegaban los Reyes, yo sólo quería que mis hermanos tuvieran algún regalo Las hermanitas de La Cruz y la Quinta Verde nos dieron muchas cosas para ellos y recuerdo que solo viendo sus caras de felicidad yo era la persona más feliz del mundo.

Mi infancia fue muy dura y no cuento todo porque hay cosas que no se pueden contar, no tuve infancia, no pude jugar como otros niños y mis padres eran un desastre.

Me casé con tan solo quince años, una niña, ¿verdad? Tuve mi primer hijo con diecisiete años, las circunstancias de la vida. Seguí trabajando… Después nació mi segundo hijo cuando yo tenía veintiún años y me fui a trabajar a Fuerteventura. Apenas los veía, los dejaba desde la mañana a uno en clase y a otro con una señora y los recogía mi marido o yo, quien llegara antes. La mayoría de los días cuando llegaba a casa ya estaban dormidos y decía para mis adentros: “cuánto os quiero y qué poco os puedo disfrutar”. Regresé a La Palma y mi vida siguió igual… trabajar, trabajar y muchos problemas que si los cuento no acabaría nunca.

A los treinta años tuve a mi tercer hijo, un niño con sus problemas, pero muy feliz. Estábamos pasando muy malos momento cuando nació mi niño pero todo se puede sobrellevar si uno no pierde la fe y no tira la toalla.

En definitiva, mi vida ha sido muy dura, más de lo que podéis pensar pero hoy en día doy gracias a Dios porque me dio un marido ejemplar y tres hijos maravillosos a los que adoro con toda mi alma. Hoy les diría a muchas personas que ser humilde, sencilla y tener buenas personas a mi lado me ha dado mucha felicidad.

Alumna de GES

Entrevista a Teresa Antonioli

 

“Un buen día dije: Yo no estoy muerta. Debo continuar adelante y hacer tantas cosas como necesite para estar ocupada y no pensar en lo que me está pasando”.

“Hola Teresa, eres italiana y alumna de FBI en el CEPA Guayafanta en la…” (ella interrumpe mi presentación para añadir) “Sí, y aquí y en La Palma en general, me siento muy bien. ¡Soy muy feliz!”. Orgulloso por su comentario, continúo. “Me alegro mucho. Como sabes, el 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer y, desde el centro, queremos contar historias de superación que sirvan como ejemplo a otras personas, fundamentalmente a otras mujeres. Yo sé que tú has pasado por una dura enfermedad, (un cáncer de pecho), y quiero que nos cuentes tu experiencia”. Teresa es una mujer enormemente vital y alegre, pero nosotros sabemos que esto no siempre ha sido así.

“Inicialmente, cuando me dijeron que tenía un tumor, mi pensamiento fue el de no querer luchar, no tenía fuerza. Incluso se me pasó por la cabeza el quitarme la vida.”

Ella nos cuenta que lo descubrió por casualidad. Estaba descansando en su casa cuando uno de sus gatos se subió sobre su seno. En ese momento, ella sintió una especie de nódulo y…a los tres días ya estaba operada. “Tuve mucha suerte, ya que yo trabajaba en el hospital”. Sigue relatándonos que su mayor miedo fue pensar en qué pasaría ahora con su reciente matrimonio. En ese momento casi comenzaba una relación con tu actual marido y “para la mujer es muy duro verse sin un seno”.

“La cosa más bonita y más fea a la vez es que el dolor me ha unido mucho con mi marido”.

Con la gracia que le caracteriza, Teresa Antonioli nos cuenta cómo Paris, su marido, tenía pavor a la sangre, las heridas… Sin embargo, desde que ella enfermó, siempre estuvo a su lado para hacerle las curas necesarias, darle la medicación… Y no solo para propiciarle los cuidados propios requeridos por su enfermedad, sino para hacerla sentir lo que es: una gran mujer. “Los meses posteriores a mi operación, sufría ansiedad, ataques de pánico, en la noche no podía dormir, pasaba todo el día llorando, encendía la televisión y sólo oía hablar de tumores, de cáncer… De verdad, llegué a creer que mi marido se volvía loco”.

Sin embargo, una de las claves para comenzar a remontar la situación fue que, desde que ella se sintió mínimamente bien, retomó su actividad laboral y social. Y no solo eso, sino que la amplió con otras actividades en los pocos ratos libres que le quedaban.

 “Tuve mucha suerte. Mi amado Paris me ha ayudado mucho y mis amigos nunca me han dejado caer”.

Para su total recuperación, nuestra luchadora da mucha importancia a la rehabilitación casi gimnástica que realizó desde un principio. Su marido (de quien, una vez más, habla con el rostro iluminado por una sincera y bonita emoción) le ayudó mucho con una serie de ejercicios con los que ha conseguido que su seno haya vuelto a ser “casi normal”. Con una leve sonrisa nerviosa y la voz quebrada comenta: “Esto me ha ayudado mucho porque, cada vez que me ponía en frente del espejo, me sentía…muy mal”. A renglón seguido se rehace y dispara un contundente “Pero el carácter me ha ayudado mucho. Yo iba con mis amigos a bailar, a cantar, al campo, a disfrutar de la naturaleza…”. También da mucha importancia al esfuerzo realizado por Paris, quien, siendo autónomo, pasó a reducir su jornada laboral a la mitad para poder estar con ella el mayor tiempo posible.

“Yo siempre pienso que estoy viva gracias a él”.

Por último, Teresa nos cuenta cómo, cada vez que el pánico se apoderaba de ella, Paris la sacaba de casa inmediatamente. “Íbamos a pasear en el coche, a ver la naturaleza, a cenar fuera…”. Igualmente, con una sonrisa muy pura y divertida, también admite que Paris le confirma repetidamente que, sin ella, tampoco podría vivir. “Yo estoy convencida de que mi tumor fue consecuencia del dolor que sentí por la muerte de mi madre, pero tuve la suerte de encontrar a un hombre que me sirvió de madre, de amigo, de pareja… de todo”.

Y entre risas y piropos varios acaba una entrevista que, además de mostrar la historia de superación de una enorme mujer, revela la importancia de nuestra actitud ante los problemas que siempre nos va a plantear este juego llamado “La Vida” y hace hincapié en lo esencial que es estar rodeados de las personas que merecemos y nos merecen.

Alumna de FBI

TODO LO BUENO Y LO MALO

 

Nací el doce de diciembre de 1998 a las once y media de la mañana, medí 45 cm, pesé 2 kilos y 3 g y ahí empezó mi vida. Iba a tener muchos momentos malos, pero muchos más buenos.

Con tres meses de edad me detectaron un problema de corazón, una tetralogía de Falott, mis venas del corazón hacia el pulmón no iban del todo bien. Para mis padres fue un golpe bajo ya que nací en el seno de una familia pobre y sin recursos para desplazarse a ningún lado.

A los dos años me operaron después de muchas vueltas y papeleos pero aún quedaban muchas operaciones más hasta los 9 años. Mi infancia transcurrió en el materno. Lo que recuerdo es todo bonito, aunque no lo crean, conocí a muchos niños en peor estado que yo y los recuerdo a todos como si fuera ayer.

Yo era feliz aún con todo lo que tenía a cuestas, era feliz con mis perros, mi tío y mis padres. Me crié en el campo descalza, con vacas y me inculcaron que si quería algo lo tenía que buscar y ganármelo y también que todo el mundo es igual, que yo no soy ni más ni menos que nadie.

Mis estudios iban perfectamente, era una niña de diez hasta que llegué al instituto. Al principio todo iba bien, hasta que mis padres se separaron y yo pegué un bajón en los estudios y personalmente. Empecé a llevarme con gente que era lo peor, hacía cosas que en el fondo no quería, fumaba porros solo porque los demás lo hacían, me peleaba en las fiestas y me emborrachaba tanto que me tenían que ir a recoger.

Mi madre por esa época empezó a pasar de mí, se lió con un hombre que le daba lo que quería y se olvidó de todo. No llamaba a casa, ni siquiera pasaba a ver como estábamos y sinceramente no me importaba, como todo lo demás.

Cumplí los catorce y todo se descuadró en mi vida. Las amigas que tenía, si se pueden llamar amigas, querían que les pegara a niños más pequeños que yo en el instituto sin que hubieran hecho nada. Me negué rotundamente y se enfadaron tanto que todo lo que le hacían a los demás me lo hacían a mí, me acosaban, me encerraban en el baño, me insultaban, se reían de mí por el pasillo, gritaban mis intimidades en el pabellón delante de todo el mundo, en fin, un infierno. Nunca me he arrepentido de no pegarle a aquella niña, porque ante todo soy persona.

Después de pasar todo esto no iba a clase, la asistente social me llamó porque sabía cómo era la situación en mi casa y le habían pasado el parte de faltas del instituto, llevaba 4 meses sin ir a clase con quince años.

Mi padre siempre había sido un despegado hacia mí y siempre me decía que lo comprendiera, que él me quería a su manera. Cuando me estaba pasando todo eso, en realidad, yo solo quería apoyo; yo sólo le decía que estaba bien, que me defendía como podía en casa y que las cosas iban a mejorar.

Un día fui a clase porque no podía faltar más y gracias a ese día conocí a la que, a día de hoy, es mi mejor amiga. Con ella no he tenido momentos malos, todo lo contrario, todos han sido buenos. Ella, aunque no lo sepa, me ayudó a salir del paso como pudo; es la mejor y no lo sabe. Poco a poco me fui distanciando porque ella cambió de instituto, pero seguimos hablando todos los días.

En junio de 2014 conocí al que hoy es mi novio y gracias a él maduré de forma brutal, casi de un día para otro, para mejor. Además, le presenté a mi tío, y le encantó ya que es, como él dice, muy trabajador.

En agosto de 2015 me llamaron del hospital a las diez de la noche porque mi padre había sufrido un infarto y yo sin pensarlo dos veces cogí las cosas y pasé todos los días con él mientras estuvo hospitalizado. Me pidió perdón por no haberme dicho nunca te quiero ni por preocuparse por mí cuando lo estaba pasando mal y yo lo perdoné.

Pasé el mejor verano de mi vida, por fin se estaba preocupando por mí, me llamaba todos los días, me dejaba lo que necesitaba y me decía te quiero.

El 15 de noviembre de 2015 me llamaron a las once y media de la noche para decirme que mi padre había sufrido otro infarto y que esta vez no había aguantado. Pasé los tres días peores de mi vida, no sabía qué hacer; la vida es muy injusta pues me lo quitó cuando por fin estábamos haciendo vida de padre e hija, la vida que nunca habíamos tenido.

Dejé los estudios que había remontado, no quería salir, no quería ni ver a mi familia; me llevaron al médico y resulta que estaba sufriendo un cuadro de ansiedad pero que no me podía medicar por mi corazón. Me dijo que me tomara mi tiempo, que hiciera cosas agradables para mí y que no intentara pensar en lo malo.

He retomado los estudios, apruebo todo, estoy en clase con mi mejor amiga y he conocido personas que me han contado sus historias y las respeto por todo lo que han pasado. No las cambio por nada.

No me arrepiento de nada de lo que he hecho y he vivido, ya que hoy soy como soy gracias a todo lo bueno y malo.

Alumna GES

LAS MUJERES DE MI VIDA

Las mujeres de las que voy a hablar son de mi madre y mi hermana, las mujeres más maravillosas del mundo.

Mi madre cuando era chica perdió a su madre, mi abuela y con seis años tuvo que salir sola adelante con sus hermanas pues era la mayor. El padre las dejó solas con su hermano y se fue a Venezuela. Tenía que ir casi todos los días caminando diez kilómetros para ir a clase y buscar agua .Todo esto pasó en Garafía.

Cuando vino para Santa Cruz de la Palma tuvo que ponerse a trabajar para poder salir adelante…

En 1970 se casó y aunque estuvieron bien juntos, fue un fracaso por culpa de mis abuelos paternos que les hicieron la vida imposible.

Al cabo de cuatro años nació la otra mujer de mi vida, mi hermana, aunque yo la mortificaba mucho cuando era pequeño. En los años ochenta mi abuelo paterno regresó de Venezuela y mi madre, por culpa de mis abuelos paternos, no pudo cuidarlo y tuvo que irse a Gran Canaria con su otra hija.

Cuando mi padre enfermó, mi hermana lo dejó todo para venir a cuidarlo aunque solo duró seis días más vivo.

Mi madre dejó de dormir en la cama en la que dormía con mi padre. Pasaron los años y mi madre empieza para atrás hasta que le diagnostican  Alzheimer.

En la medida de lo posible mi hermana me ayuda en todo y yo a ella. Cuando la dejan y puede, mi hermana viene a ver su madre y cuando mi madre estaba bien se la llevaba a Gran Canaria.

Espero que mi madre dure muchos años y mi hermana y yo sigamos como estamos.

Alumno de GES

Historias sobre mujeres marroquíes

desde la óptica de nuestra alumna Fatima Zahrae Benhammou, alumna de FBI.

Las mujeres marroquíes están comprometidas con lograr la excelencia y el acceso a muchas áreas no solo en su país, sino en toda África.

Aquí les expongo varios ejemplos:

Fatima al-Fihri: Es la mujer que crea la primera universidad, la Qarawiyyin, establecida en Fez en 859. Es la universidad más antigua del mundo. Como dato, la primera universidad europea no nació hasta 193 años después.

Hind Bahai: Es directora general en la bolsa de Casablanca. Está en la lista de las mujeres más importantes del mundo con celebridades como Rania de Jordania (que ostenta el puesto 16), Oprah Winfrey (en el 36) o Nancy Pelosi (que ha llegado a ser Presidenta del Parlamento Americano).

Nawal El Moutawakel: Es la primera heroína olímpica árabe, musulmana y africana. Consiguió la Medalla de Oro de 400m vallas en los JJOO de Los Ángeles (1984) y se convirtió en Jefa de Inspectores del COI. También ha sido Ministra de Juventud y Deportes y Presidenta del Comité de Coordinación de los JJOO de Río 2016, cargo este último que jamás había estado en manos de una mujer.

FLOR PÁLIDA.

Me inspiro en una canción llamada flor pálida para contar parte de mí.

Como toda niña tuve una infancia feliz hasta que empecé a tomar conciencia de la vida, de la importancia de los padres y de todo lo que sucede en una familia y no percibes en la tuya. Surgieron problemas y hubo una separación, golpes duros que da la vida. Empiezo mi etapa de adolescencia y  surge el amor verdadero, el que te mueve tu mundo. Suceden cosas bellas que luego fracasan.

La tristeza invade mi corazón y al cabo de un tiempo me encuentro perdida hasta que alguien llega por casualidad a mi vida. Ese alguien será el amor de mi vida.

Como dice la canción Flor Pálida esa persona me hizo volver a creer en las cosas bonitas de la vida. Me fue envolviendo hasta que por fin nos unimos y formamos una familia siendo apenas unos niños que están empezando a vivir.

Surge la oportunidad de emigrar por el temor ante las cosas que sucedían en nuestro país, a empezar una etapa nueva y es aquí donde realmente empieza una vida llena de sentimientos que jamás piensas que experimentarás.

Mi llegada a Canarias, con la facilidad del idioma, se me hizo más fácil de lo que pensaba y vivir tan lejos de mi familia, de la que nunca me había separado, no se me hizo tan terrible.

Aquí empiezan las tristezas, mientras mi marido iba a  trabajar yo cuidaba de dos niños pequeños que traíamos. Esos días en casa se hacían tristes y oscuros por el recuerdo que se quedó atrás pero poco a poco me fui adaptando y aceptando, con buena cara, todo cuanto me decían porque esta no era mi tierra.

Yo tenía que adaptarme a todo y así fue. Pasaron los meses y llegó la familia de mi esposo !qué alegría! por fin alguno de los nuestros.

La adaptación fue muy lenta. Cuando surge una oportunidad de trabajo para mí empieza lo duro y difícil, adaptarme, que me acepten y competir con mis compañeros de trabajo.

En ese momento surge algo inesperado, una amiga le consiguió un trabajo a mi marido en la Capital y durante el primer mes solo nos pudimos ver un día. Con ese primer sueldo y una ayudita nos fuimos a vivir todos juntos de nuevo. Una bendición, logramos vivir todos apretaditos pero felices. Dura lucha con la familia que mi esposo y yo formamos y que hasta hoy son nuestro impulso para vivir.

Con el paso del tiempo y de la mano de nuestros hijos aprendimos a valorar la convivencia fuera de nuestro país. Porque fue así, nosotros de la mano de ellos, no ellos de la mano nuestra. Les guiamos como todo padre a su hijo pero con ellos aprendimos a valorar este país.

Tanto es así que ya somos unos canarios más. Aprendimos costumbres,  cultura y hasta logramos entonar alguna canción típica canaria con alegría y entusiasmo. La verdad es que se me hace difícil mirar hacia un futuro fuera de  estas islas que amo casi como a la mía.

Duramente sé lo que significa ser emigrante, siento que no soy ni de un lugar ni de otro, soy de los dos. Ahora siento que tengo el corazón dividido.

Alumna de GES

 

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